domingo, 7 de noviembre de 2010

RELATOS DE LA HISTORIA

La imagen de una abuela relatando una historia familiar al calor de una chimenea en el campo se puede disfrutar no muy lejos de Buenos Aires, pero con algunas variantes.
Josefina relatando en la galería
   En la localidad de Domselaar, partido de San Vicente, sobre la ruta 210, se encuentra el Castillo Guerrero, que en realidad es una gran casa de tres plantas ubicada en zona rural, por lo que se podría llamar casco, o palacete. En él vive Josefina Guerrero, sobrina nieta de Felicitas Guerrero de Alzaga, de cuya historia se hizo relatora.

LA HISTORIA DE FELICITAS

Felicitas Guerrero tuvo una vida corta y agitada. Siendo adolescente sus padres la dieron en matrimonio a Don Martín de Alzaga, quien andaba por los sesenta años de edad. Tuvo dos hijos, pero uno murió al nacer y el otro falleció muy chico a causa de la fiebre amarilla, allá por los fines de la década de 1860.
Un retrato de Felicitas
   Tanta pena afectó a Don Martín al punto de terminar con su vida, y esto convirtió a Felicitas en propietaria de una de las más grandes extensiones de tierra de la provincia de Buenos Aires; como el título de una vieja película, Joven, viuda y estanciera, pero en este caso se sumaba otra cualidad: “La mujer más bella de la República”, supo decir el poeta Guido Spano.
   Irresistible para cualquier pretendiente, el más notorio en esta lid fue Enrique Ocampo, futuro tío de la escritora Victoria, quien aseguró iba a casarse con Felicitas al regreso de un viaje por Europa que había decidido realizar.
   El viaje del Señor Ocampo demoró cerca de dos años. Pero pasó que antes de su regreso Felicitas Guerrero conoció, por causa de un accidentado viaje en medio de una tormenta, a Don Samuel Sáenz Valiente, otro caballero de alcurnia y tierras, quien la rescató del percance meteorológico. Los jóvenes se conocieron, se enamoraron y decidieron unirse en matrimonio, pero la llegada de Enrique Ocampo frustró la boda: Solicitó una entrevista con Felicitas en la casona familiar de Barracas, y ante la negativa de ella a casarse con él, le disparó dos balazos.
   El lance terminó con Felicitas agonizando, Ocampo muriendo a manos de un primo de Felicitas quien le arrebató su revólver, y Sáenz Valiente “borrándose olímpicamente”, como se acostumbraría decir un siglo después.

El piano amigable
DESDE ALLI HASTA EL PRESENTE

Los padres de Felicitas, Carlos Guerrero y Felicitas Cueto, decidieron convertir su solar de Barracas en una iglesia, en homenaje a su hija. Hoy se cuenta también con un complejo cultural y todo se puede visitar en las calles Pinzón e Isabel la Católica, frente a la plaza Colombia, en la ciudad de Buenos Aires.
   La familia continuó su vida: Don Carlos Guerrero introdujo en 1879 la raza Aberdeen Angus al país, y sus herederos hicieron posibles algunos emprendimientos urbanos y turísticos como Pinamar y Cariló; conservan la estancia principal sobre la ruta 2, en la que se puede hacer turismo rural, y Josefina atesora reliquias de la época de su tía abuela y reconstruye la historia para los visitantes en su palacio de Domselaar.
   La visita a la casa Guerrero cuesta alrededor de quince pesos por persona, comienza con el relato de la dueña de casa al calor del sol en la galería (Hay que llegar antes de las 15.30 horas), y sigue con una recorrida por el edificio para admirar sus detalles, objetos y reliquias, como el piano que se deja tocar por alguien que sepa, las colecciones de libros y esculturas y una réplica del cuarto de Felicitas, ya que esta casa se construyó después de su muerte.
La casa al caer el sol
   Faltaría saber si alguna repartición oficial colabora con este espacio cultural, ya que la impresión es la de un emprendimiento particular llevado con entusiasmo y tesón.
   El placer que produce esta visita es comparable al “cuento de la abuela” mencionado mas arriba, pero esto se trata de algo verdadero. Cualquier argentino, mas “nuevo”o mas “antiguo” se siente, gracias a la magia que despliega Josefina en su relato, como parte y testigo de su historia, que es parte de la gran historia que nos abarca a todos, herederos de estos hermosos dominios de Argentina por cuenta de soñadores y patriotas bajo la única condición de compartirlos con el resto de nuestros hermanos, incluso los que vengan de otras partes.
   Y no duele pagar por esa sensación.

    Lanús, julio de 2010
                                                                                               Gabriel J. Garcia


                www.museosantafelicitas.org.ar

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